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jueves, 3 de noviembre de 2011

Antonio Mairena y Los Palacios



Por mor de la Tertulia:
ANTONIO MAIRENA Y LOS PALACIOS.

Manuel Herrera Rodas

Es evidente que la vinculación de Antonio Mairena con Los Palacios no puede entenderse sin la existencia de un hombre fundamental en la cultura palaciega, veinticinco años más joven que el Maestro, pero con una madurez intelectual y una simpatía innata y natural que cautivaba a cuantas personas trataba –fueran de la élite cultural, empresarial, científica o, simplemente, gente normal- y que respondía por el nombre artístico de “Cabrera de la Aurora”.

Y es que Francisco Sánchez Cabrera, Paco Cabrera o “Cabrera de la Aurora” fue un hombre polifacético, humanista, culto, inquieto y comprometido que afrontó todos los caminos de la promoción y gestión cultural de su pueblo  y. por ende, de Sevilla y Andalucía, territorios con los que se sentía especialmente comprometido. Paco fue un hombre hecho a sí mismo y forjado en la “Universidad de la Vida”.  Poeta, fino escritor,  promotor artístico, comercial, locutor de radio, director teatral, comprometido con la educación de su pueblo en donde llegó a gestionar la construcción de escuelas en el barrio más marginal, podía aplicársele correctamente la frase clásica de Terencio: “Hombre soy y nada humano me es ajeno”.

Así fue como Paco, que a la sazón ejercía como locutor de Radio Consolación de Utrera, entró en contacto con el Maestro de los Alcores que frecuentaba una taberna que otro palaciego, Antonio Roldán, había abierto en la Cruz del Campo de Sevilla, con el mismo nombre del monumento y muy cerca del domicilio de Mairena. Las relaciones artísticas y de amistad  entre ambos fueron, desde entonces, intensas, fructíferas y de consideración y respeto mutuos. Paco veía en Antonio Mairena, que aún no había conseguido la Llave de Oro del Cante, al gran cantaor que atesoraba un inventario impresionante de conocimientos y de valores artísticos inconmensurables. Mairena vio en Paco al hombre libre de prejuicios, especialmente en su campo flamenco, al joven intrépido y valiente que era capaz de afrontar cualquier empresa sin complejos desde su simpatía personal, su cachaza campechana y su gracia marismeña.

Paco, antes que su gran amigo J. A. Pulpón se convirtiera en el gran empresario del sector, fue organizador de espectáculos que montaba en forma de “trupes”  y llevaba por teatros, plazas de toros o corrales de los pueblos. Llegó a comprar un viejo circo: “El Circo Arriola”. Creó “Castañuelas Sevillanas” que cada temporada anunciaba con numeraciones sucesivas… Paco vivió así una experiencia empresarial llena de sobresaltos y vicisitudes como era de esperar en una época tan difícil, pero al mismo tiempo llena de ricas experiencias y  de relaciones afectivas que lo marcarían positivamente para toda su vida.

En cierta ocasión organizó un acto en el teatro de Osuna y allí llevó de primera figura y como artista invitado al Maestro Antonio Mairena que, cuando estaba libre de giras, fue figura estelar en algún que otro espectáculo de Paco. Y allí cantó por primera vez un jovencísimo cantaor de La Puebla de Cazalla que respondía al nombre de José Meneses…

En 1951 Paco, junto a un buen número de aficionados locales, crea en la casa nº 3 de la calle Rabadanes, entonces Tasca de Juan el Duque, la Tertulia Flamenca El Pozo de las Penas de Los Palacios de donde algunos años después pasaría al número 12 de la calle Charco. Paco se había rodeado de la masa social más representativa de Los Palacios. Allí estaba Rafael González Palacios, un psiquiatra que después marcharía a E.E.U.U, donde desarrollaría su especialidad siempre en altos cargos de responsabilidad, casado con la poeta sevillana Julia Uceda viven ahora su jubilación en un apartado rincón del pueblo gallego de Narón. Allí estaba Ángel Bejines, un profesor de Bellas Artes y escultor que también emigraría del pueblo. Y Miguel Roldán, delicado escritor y profesional de banca. Y Curro Duque, “Currela”, Manolo “el gafas”, Antonio Romero o “El Chela”, grandes aficionados …

En 1959 la Tertulia, que ya había recibido en muchas ocasiones la visita de Antonio Mairena, lo nombra Presidente de Honor,  tres años antes de que éste consiguiera la Llave de Oro del Cante, mientras que Pastora Pavón lo fue como Madrina de Honor. Los dos mantuvieron su compromiso mientras vivieron. A la muerte de Pastora, y por indicación del propio Antonio, siempre unido a su Tertulia, el nombramiento de Madrina recayó en la genial Matilde Coral, nombramiento que aún mantiene. El cargo de Presidente de Honor está vacante desde que Antonio nos falta.

No puede, pues, extrañarnos que, después de todas estas vivencias, relaciones de amistad y respeto, de colaboraciones puntuales y de admiración mutua, cuando Antonio Mairena consigue en la ciudad de los Califas, en 1962, la Llave de Oro del Cante, fuera Paco y la Tertulia Flamenca “El Pozo de las Penas”, quienes ofrecieran a su Presidente de Honor y genial cantaor el primer homenaje de reconocimiento y admiración, el primero que recibía Antonio tras la Llave. El acto tuvo lugar en la sede de la Tertulia, en la calle Charco, pasando después a celebrar una cena homenaje en el, por entones, famoso restaurante “El Desembarco” y al que asistieron, a más de los socios de la Tertulia antes citados, las primeras autoridades locales como José Amuedo, Alcalde y abogado y el comandante de puesto de a Guardia Civil, Juan Caja.

Antonio acudía a su homenaje acompañado del poeta cordobés Ricardo Molina, de su hermano Manuel, de Juan Talega… Aquel día no pudo asistir Pastora Pavón, la Niña de los Peines quién, sin embargo prometió asistir a una siguiente reunión ya en la peña. Así lo hizo poco después con los mismos artistas, Talega, Antonio y Manuel Mairena, Manuel Carmona… La casa, sita en la calle Charco núm 12, tenía unos peldaños para bajar y en el segundo tropezó sin mayores consecuencias Pastora. Después cantaría por soleá:
            ¡Ay, cuantos umbralitos
            tiene esta casita!
            Y en tós he tropezaíto yo.


Luego, en 1979, Mairena celebraba su septuagésimo aniversario y su cincuentenario como profesional del cante. Y nuevamente es Los Palacios y su Tertulia quien le ofrece un primer y entrañable homenaje en la propia sede de la Tertulia (Calle Real) entregándole su primer escudo de oro y brillantes. El acto contó con la presencia de toda la “Casa de los Mairena”, con Antonio, Curro y Manolo. Mientras una Matilde Coral, Madrina, embarazada de su hija María de la O, se sumaba al escenario en una fiesta de imborrable recuerdo.

Muchas veces, muchísimas, vino Antonio a Los Palacios para compartir tertulias con Paco y sus amigos palaciegos. En otras sedes de la Tertulia, Antonio nos hizo vivir jornadas inolvidables, como en la inauguración del “Rincón de los Lirios”, que el Maestro presidió junto al escultor Juan Britto, y donde nos refugiamos al dejar Charco. Allí las sesiones eran largas e íntimas  junto a la bodega de Centeno, entonces propiedad de D. Francisco Valera, médico del pueblo. Otras veces, ya en la calle Real, la sede más espaciosa y mejor dotada de todas, Antonio nos sorprendía cuando sentía añoranza marismeña. No necesitaba llamar antes, pues sabía que allí tendría siempre un grupo de tertulianos dispuestos a escucharlo, a respetarlo y a aprender con él en sus largas sesiones de cante. Como aquella noche en que Juanito Distinguido fue su alumno hasta las mismas claritas del día. La lección fue sobre los cantes por soleá… En cierta ocasión en que la Tertulia celebraba uno de sus actos protocolarios, Antonio se presentó juntamente con el Presidente de la Junta de Andalucía –y socio de nuestra entidad- Rafael Escuredo con el Cónsul de EE.UU en Sevilla y sus respectivas esposas, Rafael el Negro y Matilde. Paco llamó a José Luis Postigo y El Nano y la fiesta duró hasta las claritas del día…

Las sesiones en la peña siempre estaban acompañadas por la guitarra del venerable Maestro palaciego Manuel Carmona. Otras guitarras palaciegas eran las preferidas del Maestro, como las de Manolito Carmona (hijo) cuando la fiesta era en la peña de Antonio, en su `rimera sede de la calle Concepción de su pueblo natal, Mairena del Alcor, o como la de Manolo Vargas cuando las fiestas las daba en su casa, o en aquél templo flamenco de la feria de Sevilla que era “Cortijo Oromana”, Manolito Rodríguez Granados, el alcalde y empresario alcalareño que invitaba a Antonio juntamente con las grandes figuras jerezanas de Tía Anica, Tía Juana, la Chicharrona…y Manolo Vargas, el gitanito de Los Palacios.

No falló Antonio en nuestro pueblo a ningún acto que fuera trascendente para la vida local y que estuviera relacionado con el mundo flamenco y su Tertulia. Así el homenaje que se le rindió a Eduardo Arahal, “El Rerre de Los Palacios”, al concedérsele el Primer “Racimo de Uvas de Oro” de Los Palacios. El acto fue en el Teatro Coliseo y con el Maestro de los Alcores asistieron su hermano Manolo, Enrique Montoya, los periodistas Manolo Bará y Alfonso Eduardo Pérez Orozco, Amós Rodríguez Rey, el escritor Domingo Manfredi Cano, Bambino, Ramos “El Silverio”, el Alcalde Bartolomé Visglerio y un largo etcétera.  Ni que decir tiene que el escudo al Rerre se lo impuso Antonio Mairena.

No es cuestión de seguir recordando nombres y variadas efemérides de las muchísimas vividas aquí junto al Maestro, quien en su búsqueda de elementos en que basamentar su trabajo de investigación y fijación de cantes y estructuras, no buscaba sólo restos arqueológicos sino también ambientes y elementos espirituales, por lo que entendemos que Antonio no venía a Los Palacios buscando tesoros escondidos del flamenco, que también, ya que hay que destacar su interés por conocer y tratar los cantes de los “Titos”, una familia gitana de gran raigambre palaciega, o las músicas del venerable Carmona que había acompañado en las fiestas de las ventas y los cortijos marismeños a figuras como Manuel Torre o Tomás Pavón. O los cantes tabernarios de “Eusebio Barba”… Además de ello, Antonio buscaba en Los Palacios, y encontró, un ambiente especial de respeto, de saber escuchar, e incluso de saber discrepar con cordialidad, de confianza y, sobre todo, de creer firmemente en los valores fundamentales del cante, llámese flamenco, gitano-andaluz, jondo o como se llame, pero elemento esencial y diferenciador de la cultura andaluza. Antonio encontró aquí el clima, esa cosa etérea, espiritual y mágica que tan necesaria es para que los dioses generen en el artista el milagro del Arte. 

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